
 
Sin ser Quijote,
admiro los molinos de viento.
Con ellos  siento,
el lento canto
de sus giros en lo alto,
el intenso domador que sopla
rompiendo su inmovilidad.
 El agua subterránea
que corre por sus venas,
el mugido que  rodea
a su base,
su sombras únicas en la hierba
y el último rayo de sol
besando a  sus aspas.
(poema de Stella Maris Taboro)
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 


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